La Realidad Virtual avanza pasito a pasito entre los jugadores y, salvo honrosas excepciones, aún parece que no está del todo pulida. Sin embargo, con la mayor oferta de dispositivos y bajada de precios, son muchos que le han empezado a echar el ojo a esta tecnología. Pero claro, la pregunta ¿cómo empiezo a usar la VR? surge más pronto que tarde.
Lo primero, la plataforma
Para jugar a juegos con tecnología VR hace falta un equipo VR, hasta ahí llegamos todos. Pero, ¿cuál comprar? Hay muchas opciones y, aunque pueda parecerlo, no todas aportan lo mismo. Aunque llegados a este punto hay que diferenciar entre los que juegan en consola y los que juegan en ordenador.
¿Por qué? Porque los que juegan en consola no se lo tendrán que pensar mucho, ya que hay un único casco de VR disponible, las PlayStation VR. Y, como podrás imaginar, vale únicamente para PS4. Si juegas en ordenador, la cosa cambia. Ya que tendrás disponibles varias opciones con diferentes precios y características.
¿Qué gafas comprar?
Hay diferentes opciones, pero las más conocidas y probadas son las de HTC, las Oculus Rift y, recientemente, las Valve Index.¿Cuál es la mejor? Pues eso dependerá, sobre todo, de tu presupuesto. Si el dinero no es problema, lo suyo sería ir a por la opción de Valve. No solo son las más nuevas, si no también las más precisas, dejando una mejor experiencia de juego.
Si no tienes 1000€ para gastar en unas gafas (como casi nadie) la pregunta ¿cómo empiezo a usar la VR? tiene otra respuesta. Oculus Rift y HTC Vive valen menos de la mitad, en torno a 450€-500€, pero la experiencia es un poco peor que con las Valve Index.
Un PC a medida para la VR
Ahora bastará con que tengas sitio en la habitación de tu ordenador y, como no, un ordenador suficientemente potente para mover los juegos a los FPS necesarios. Una cifra que debería superar los 60 FPS estables siempre, aunque lo ideal sería 90 FPS o más. Para lo que será necesario una configuración bastante potente.
Por lo menos nos hará falta un procesador relativamente nuevo, 16 GB de memoria RAM y una tarjeta gráfica capaz de soportar la carga de trabajo. Lo que se traduciría en una GPU de, al menos, 6GB de memoria dedicada. Aunque, de ser posible, cuanta más, mejor. Podemos utilizar alguna herramienta o test (como este de Valve) para comprobar si nuestro PC «pasa el corte».
Si la respuesta es afirmativa, enhorabuena, porque solamente tendrás que montar las gafas, los sensores, los mandos ¡Y a jugar!